A Monseñor Ricard Mª Cardenal Carles,
con ocasión de cumplirse 10 años de Fe i Cultura
22 de diciembre de 2000
con ocasión de cumplirse 10 años de Fe i Cultura
22 de diciembre de 2000
En nombre de los amigos y amigas de los grupos de Fe i Cultura tengo el honor y la alegría de obsequiar a Monseñor Carles con un sencillo recuerdo por su acompañamiento durante estos 10 años con nosotros.
Pero comenzaré las cosas como debe ser: por su principio. Y el principio es que me propongo hacer -de manera perfectamente consciente y realista- un breve pero reconocido agradecimiento.
Este es justamente el sentido que quiero darles a mis palabras y que tiene, a mi modo de ver, un matiz muy importante, que explica Santo Tomás a propósito de una reflexión sobre el honor: "Honor -el 'homenaje'- implica cierta reverencia que se rinde a uno en testimonio de su excelencia" [S. Th., II-IIae, a.1, c], pero hay que tener en cuenta -continúa explicando Santo Tomás- que aquello en lo que el hombre sobresale, y que justifica el honor que se le tributa, no lo tiene por sí mismo, “sino que es como algo divino en él"; y que lo ha recibido de Dios, precisamente “para utilidad de los demás".
Por ello, me propongo hacer este elogio al modo de ese otro gran maestro, Gonzalo de Berceo; es decir, "en román paladino". Quisiera, pues, hacer una breve reflexión ex abundantia cordis, aunque se nos haga difícil poner en palabras nuestros sentimientos. Muchos de nosotros necesitamos sentirnos convocados por acontecimientos especiales -y este creo que es uno de ellos- para decidirnos a dar testimonio de ellos, más con la mera presencia, que con las palabras. Y he aquí la oportunidad para poder expresar algo de lo que nos ronda el corazón.
Menciona Martín Buber en su Vida en diálogo que la particular naturaleza de la relación maestro-aprendiz -y sus palabras deben acomodarse a la circunstancia- nace de la convivencia diaria: “Un maestro, filósofo por ejemplo, o herrero, vivía; sus oficiales y sus aprendices vivían con él: aprendían lo que les enseñaba sobre su trabajo manual o intelectual, pero también aprendían, sin que lo pretendieran ni ellos ni él, aprendían sin darse cuenta el misterio de la vida en la persona; el espíritu les visitaba". En efecto, maestro es el que transmite un saber y promueve el desarrollo de los que a él se confían, no sólo con las palabras, con lo que él dice sino, sobre todo, con lo que él es, con lo que él hace y con lo que él hace hacer. Una vez más, se aplica aquí aquella bella fórmula: un gran hombre es un hombre junto al cual nos sentimos más grandes. Y Don Ricardo ha sido y es -en cuanto Obispo- nuestro Padre en la fe, "transmisor de la semilla apostólica" (LC, 20).
¡Cuánta ilusión ha puesto en el crecimiento de los grupos de Fe i Cultura! ¡Cuánta ilusión -y no podía ser menos- en el crecimiento espiritual de cada uno de nosotros! La 'clave' de la persona ilusionada reside, como señala Julián Marías en su Breve tratado de la ilusión, en que la realización del proyecto de vida del maestro incluye y requiere, en recíproca colaboración, la consolidación del proyecto de sus discípulos. Dice Marías, que “es propio de la condición amorosa del hombre el que éste, amando su propio proyecto de vida, incluya en él a sus seres queridos. Lo hace con el convencimiento, sustentado en la experiencia, de que la realidad es dinámica, emergente y dúctil a la intervención del hombre". La ilusión permite a la persona disfrutar con la contemplación imaginativa del proyecto en proceso, mantener la necesaria tensión hasta llevarlo a término y descubrir en el proyecto realizado nuevas dimensiones de sí mismo. Continúa diciendo Marías que la mejor medida de nosotros mismos nos viene dada por el objeto y la fuerza de nuestras ilusiones. Para conocer esa medida basta contestar la pregunta: ¿Qué empresa o quehacer llena nuestra vida y nos hace sentir que por un momento somos nosotros mismos?” Unir fe y cultura he aquí una de las grandes ilusiones de Don Ricardo en relación con todos nosotros.
Gracias, Don Ricardo. Gracias por esos sentimientos entrañables que el trato con Ud. ha suscitado en tantos de nosotros a lo largo de estos diez años. Gracias por el cariño, la ilusión contagiosa, la entrega, el tiempo y el esfuerzo que siempre nos ha dedicado y que tantas veces han hecho que nos sintamos más animosos, creativos, capaces, útiles, valiosos, en fin, mejores. Los aquí reunidos queremos celebrar la alegría de haberle conocido y tratado durante más de sesenta sesiones de Fe i Cultura. Por esos diez retiros que han renovado nuestro interior y que tanto bien nos han hecho.
Y va está dicho casi todo. “¿Palabras? Muy pocas, que sobran palabras si hay amor”, dijo un sobrio poeta, de todos conocido.
Por la Comisión Coordinadora
Ricardo Velilla Barquero